Paco investiga la muerte del padre Vicente, un sacerdote que asesora en temas religiosos a una importante editorial.
En la mesa de su celda encuentran un manuscrito en el que se pone en duda toda la historia de la Iglesia y sus más importantes dogmas.
Al leer el texto, Paco deduce que la muerte del cura ha sido un asesinato y que el siguiente objetivo es matar al Papa durante su próxima visita a España.
Mariano se infiltra, vestido de sacerdote, en la nunciatura donde murió el padre Vicente para averiguar algo más.
Silvia miente al confesar que fue ella la que pasó la noche en el hotel con Lucas para proteger a éste y a Sara de las iras de Paco, asumiendo así el riesgo de romper con Montoya sin motivo real.
Torres, el comisario corrupto responsable del asesinato que se produjo en ese hotel y del que Sara es el único testigo, descubre que no es Silvia quien presenció el crimen.
Él y sus hombres tratarán de averiguar quién fue realmente para acabar con su vida antes de que los delate.
Ni Silvia ni Lucas se dan cuenta del peligro que corre Sara.
Paco se ha gastado el dinero ahorrado para instalar el aire acondicionado en una televisión de pantalla plana para ver el Mundial de Fútbol.
El inspector no sabe cómo comunicárselo a Lola, que pasa mucho calor mientras hace las tareas domésticas.
Aunque Paco esconde la tele en casa de Mariano, su mujer se entera de lo sucedió y, aconsejada por Bernarda, establece un plan para enseñar a su marido a respetar sus deseos.